Hace dos años, en junio de 2023, la radiografía social del Perú ya era alarmante. Hablábamos de un bono demográfico en riesgo, de 1.5 millones de «ninis» (jóvenes que ni estudian ni trabajan), de una economía estancada y de la vergüenza nacional de la anemia infantil (alrededor del 42% en niños menores de 3 años, con secuelas irreparables). Hoy, esos problemas no solo persisten, sino que se han agudizado en un contexto de polarización política y aproximación electoral.
La pregunta que nos hacíamos entonces sigue vigente, pero con mayor resonancia: ¿Hasta cuándo podrán controlar el malestar?
Los problemas estructurales que señalábamos en 2023 han creado una caldera social que ahora parece estar alcanzando su punto de ebullición, marcada por una nueva generación que exige cambios: la Generación Z.
Las proyecciones de esos niños anémicos de 2023 ya están afectando el sistema educativo y laboral. Sumado al persistente alto porcentaje de jóvenes sin oportunidades (nini), se consolida una masa crítica de población joven (el motor que debería impulsar la nación) con un futuro limitado, desconfianza institucional y escasas habilidades para la economía del conocimiento. Este es un fracaso intergeneracional de las políticas de Estado.
Si en 2023 la corrupción y la delincuencia ya eran la principal preocupación juvenil, la situación actual se ha tornado más crítica. La percepción de un «Estado capturado» por intereses oscuros y la incapacidad de la clase política (Ejecutivo y Congreso) para atender lo fundamental, han deteriorado aún más la confianza. La delincuencia desbordada, el crimen organizado y la migración irregular incontrolada alimentan un miedo social que exige mano dura o que, por otro lado, puede justificar la protesta radical.
El surgimiento de marchas de protesta impulsadas por jóvenes, a menudo desorganizadas por los canales tradicionales, es un síntoma de la fatiga democrática. Esta generación no solo protesta por el sueldo o el empleo, sino por la dignidad, la justicia climática, la igualdad y, fundamentalmente, por la falta de futuro que la élite política le ha negado. Su presencia en las calles plantea el dilema central:
Intentar sofocar estas voces con la fuerza solo conseguirá radicalizar el movimiento, confirmar la tesis de la «democracia a la inversa» (un poder que no escucha a las mayorías) y escalar el conflicto hacia el desborde popular.
La única salida democrática es una reforma política profunda que incluya a estas nuevas voces y resuelva las urgencias sociales.
El Mega Puerto de Chancay, resulta ser un espejo de nuestras limitaciones. El avance del Mega Puerto de Chancay inaugurado en noviembre del 2024 marca un hito de inversión y visión global, que resulta siendo el ejemplo más claro de la brecha entre la ambición privada/extranjera y la ineptitud estatal.
Mientras China construye a ritmo febril la puerta del Perú hacia la Nueva Ruta de la Seda, nuestra realidad circundante sigue siendo la misma que hace dos años: La falta de un plan estratégico de desarrollo, la falta de infraestructura complementaria (Anillo Vial Periférico, trenes de carga, carreteras de acceso) amenaza con convertir el puerto en un embudo logístico, desperdiciando su potencial.
La necesidad de formar personal en Mecatrónica, logística y gestión portuaria sigue siendo responsabilidad de la iniciativa privada y los esfuerzos locales, con una respuesta tibia del Estado (CONCYTEC y Educación). Sin una Zona Económica Especial (ZEE) competitiva y articulada con una visión de desarrollo territorial, Chancay será un éxito para China, pero solo un enclave aislado para el Perú.
El puerto nos grita que necesitamos un «Mega Plan» que conecte a Chancay con Callao, con el ferrocarril bioceánico y con un Estado que asuma un rol protagónico y eficiente, no solo subsidiario, en la planificación de su desarrollo futuro.
El próximo proceso electoral no puede ser una simple renovación de caras. Debe ser una reforma estructural que apunte a la eficiencia, la meritocracia y la visión a largo plazo.
- Prioridad: El «Milagro Social» antes que el «Milagro Económico»
La urgencia ya no es solo crecer al 5% (algo que las proyecciones actuales ni siquiera rozan), sino redistribuir el crecimiento y asegurar el capital humano.
Declarar la lucha contra la anemia y la desnutrición como una Política de Estado de Seguridad Nacional. Ningún niño con anemia en los primeros 1,000 días es aceptable.
Acción para los “ninis”. Implementar incentivos fiscales y programas de capacitación articulados con las demandas de los grandes proyectos (como Chancay) para reinsertar a 1.5 millones de jóvenes a la Población Económicamente Activa (PEA).
- Reformas Políticas y de Meritocracia
La desconfianza es un cáncer que solo se cura con instituciones sólidas y personas probas.
Es indispensable una reforma legal que exija pruebas de conocimiento y ética rigurosas, y que prohíba la postulación de personas y organizaciones con procesos judiciales graves.
La reforma del Estado no es una simple reestructuración; es la instauración de una meritocracia implacable en todos los niveles, eliminando los «burócratas recomendados» que han paralizado la gestión pública.
El Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) debe ser dotado de la autoridad y la capacidad técnica para alinear transversalmente las políticas del Estado con la visión de desarrollo a largo plazo (2050), como la conexión logística y el desarrollo territorial en Chancay.
- Equilibrio entre Libre Empresa y un Estado Eficaz
La lección de Chancay es que el neoliberalismo tiene límites cuando no hay un Estado planificador y ejecutor eficiente.
Debe replantearse el rol subsidiario del Estado (C93) para permitir su intervención estratégica y proactiva en proyectos de infraestructura, educación y tecnología, esenciales para el desarrollo nacional, sin caer en el estatismo puro.
No basta con tener puertos; hay que generar las condiciones para la manufactura de valor añadido. Hay que generar un ecosistema favorable al desarrollo de negocios. Impulsar un Consejo Multisectorial (Ejecutivo, Gobiernos Regionales/Locales, Sociedad Civil, Sector Privado) para diseñar la Zona Económica Especial (ZEE) de Chancay con la misma visión a futuro que tuvo Singapur.
La disyuntiva es clara: o la clase política genera el cauce para el descontento a través de reformas y oportunidades, o la «Generación Z» y la población empobrecida lo harán a través del desborde popular. El Perú tiene los recursos, la ubicación y la oportunidad (Chancay) para ser un hub mundial. La única limitación sigue siendo una clase política incompetente y cortoplacista.
#JuandeDiosGuevara