La IA: La mayor disrupción de nuestro tiempo y una oportunidad única para el Perú

Nací en 1950, cuando el mundo aún creía que el progreso tenía el rostro del esfuerzo humano. Crecí en una Lima de linotipos, locomotoras y las primeras televisiones en blanco y negro, que recién llegaron al Perú en 1957. Vi cómo cada avance —el transistor, la televisión a color, el microchip, internet, el celular— transformaba paulatinamente nuestra forma de vivir. Eran avances de eficiencia, progresos que medíamos en décadas. Pero hoy, a mis 75 años, no estoy presenciando una evolución: estoy presenciando un Big Bang. La irrupción súbita de la Inteligencia Artificial.

Nada, absolutamente nada, me había preparado para lo que hoy vemos. La IA pasó de ser una curiosidad académica a convertirse en una fuerza que reordena el trabajo, la educación, la economía y hasta la política en cuestión de meses. Es otro mundo el que se nos presenta: un salto civilizatorio que supera la imaginación de mi generación.

El riesgo de la brecha: el fantasma de Carl Sagan

Como ciudadano de a pie, no puedo dejar de preguntarme: ¿estamos los peruanos preparados para convivir con una inteligencia que no tiene rostro, ni cuerpo, ni alma, pero que parece entenderlo todo? Recuerdo la advertencia del astrónomo Carl Sagan: cuando la ciencia y la tecnología avanzan más rápido que nuestra capacidad de comprensión, las sociedades pueden caer en manos del miedo, la manipulación o la superstición. Esa reflexión me inquieta profundamente para el Perú.

En un país donde la educación sigue siendo una deuda histórica, el riesgo es que la IA amplíe la brecha entre quienes la usan con criterio y quienes solo la consumen sin comprenderla. Si no fortalecemos el pensamiento crítico, la educación científica y la ética pública, esta herramienta podría convertirse en un arma de manipulación en lugar de una de liberación.

El problema no es la IA, sino cómo la enfrentamos. Países como Corea del Sur o Finlandia invierten en educación tecnológica y forman ciudadanos capaces de dominarla. Nosotros, en cambio, aún discutimos cómo conectar una escuela rural a internet.

La IA como herramienta de equidad nacional

Líderes globales como Jeff Bezos y Bill Gates han sentenciado: “La IA transformará todas las industrias del planeta”. Es cierto. Pero aquí, en el Perú, la verdadera prueba de fuego es social, que esa transformación no se limite a Lima ni a los bancos o grandes corporaciones.

La IA nos ofrece la oportunidad de saltar etapas y construir un país más equitativo y eficiente. Imagino una IA ayudando al agricultor de Ayacucho a prever el clima; al pescador de Chimbote a optimizar su faena; al pequeño empresario de Cajamarca a gestionar sus ventas con tecnología accesible.

Si logramos eso, la IA podría convertirse en la herramienta más poderosa de equidad nacional que hemos conocido en décadas.

De la Ley a la práctica: una estrategia clara

La Ley Peruana de Inteligencia Artificial (promulgada en julio de 2023) fue un paso importante al establecer un marco ético y promover la transparencia algorítmica. Pero sigue siendo una norma declarativa, con pocos instrumentos concretos para implementarla.

Necesitamos algo más que buenas intenciones: a. Un Plan Nacional de Alfabetización Digital, descentralizado e inclusivo, que forme a maestros, emprendedores, jóvenes y adultos mayores en un uso consciente de la IA. b. Educación Práctica y Creativa. Como recuerda el educador León Trahtemberg, debemos enseñar a “pensar con las manos”. En un país tan desigual territorialmente, la educación tecnológica debe ser concreta: robótica en los colegios, programación en provincias, innovación en talleres técnicos.

El Foro Económico Mundial considera la creatividad, el pensamiento crítico y el liderazgo como las habilidades más valiosas del siglo. Y aquí tenemos una ventaja: somos un pueblo creativo por naturaleza. La astucia y el ingenio popular que tantas veces nos salvaron del caos pueden convertirse, con la educación adecuada, en capacidades digitales. La IA no debe reemplazar nuestra humanidad, sino potenciarla.

El desafío es humano, no técnico

A mis 75 años, no temo a la tecnología. Temo que no la usemos con sabiduría. La IA puede hacernos más eficientes, pero también más fríos. Puede ayudarnos a comprender el universo, pero también a alejarnos del prójimo. El desafío más grande no es técnico, sino humano.

Si algo he aprendido en este largo viaje generacional es que el progreso, sin valores, se convierte en amenaza. La IA debe ser una aliada de la justicia, la equidad y la dignidad. Que no ocurra lo de siempre: avances que llegan tarde y mal, beneficiando a unos pocos. Esta vez tenemos la oportunidad de hacerlo distinto.

La Inteligencia Artificial ya está aquí, queramos o no. Pero el alma humana —con su compasión, su curiosidad y su capacidad de amar— sigue siendo el centro de todo.

Sueño con ver al Perú abrazar la IA desde su diversidad: quechua, aimara, amazónica, costeña y andina. El verdadero milagro será cuando esta inteligencia artificial hable quechua, piense en amazónico y sirva con corazón peruano.

Que la tecnología, en buenas manos, sea la nueva forma de servir al Perú.

#JuanDeDiosGuevara

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