Nos acercamos a un nuevo año, lleno de dudas e incertidumbres, por la pandemia, que no se conoce con que nueva variante se presentará y/o se acabará. Por los cambios tecnológicos, que ya durante la pandemia, a muchos nos ha cambiado el modo de vida. ¿Qué más cambios vendrán? Por el cambio climático, cada vez es más notoria su presencia, y la urgencia de solucionarlo, por la sobre vivencia de la especie humana. Por una población con más esperanza de vida, a la que no se la puede dejar de lado en su envejecimiento, -pensiones, trabajos, protección, cuidado, y no al desamparo-. Por crisis políticas, cada vez en el mundo se les quiere menos a los políticos, se lo han ganado a pulso. Por crisis geopolíticas, aún existentes en el mundo, en especial el Medio Oriente. Por el mayor número de migrantes, refugiados, obligados a salir de su territorio, en búsqueda de un mundo mejor. Y por el mayor incremento de las desigualdades en el mundo
Esto es lo que nos está tocando vivir, y por más motivos que se tengan por desear un mundo mejor, para el próximo año, no se ve en el panorama mundial, la receta que pueda arreglar tan grandes y graves problemas. Complicado que es cambiar el mundo hacia un futuro más justo, seguro y sostenible. Pensadores diversos, expertos, reconocen la necesidad de cambio, y plantean propuestas, cómo empezar el cambio por uno mismo. El mundo amerita con la realidad actual, pos pandemia, una visión y misión al futuro, diferente a la que se concebía antes de la pandemia.
Michael Sandel, premio Nobel de Economía 2001, profesor de Harvard, autor del libro “La tiranía de la meritocracia”, y que participó la semana pasada con la conferencia magistral inaugural: » La recuperación económica pospandemia y las brechas en el crecimiento global» en el XXXII Seminario Anual de Investigación CIES (Consorcio de Investigación Económica y Social), «¿Cómo superar los retos del Bicentenario hacia el desarrollo sostenible?», que se realizó con gran éxito por la calidad de los expositores y la buena organización, afirma que en las últimas cuatro décadas, la meritocracia ha dominado el desarrollo socio económico en Occidente. Es decir, la teoría que defiende que si te va bien en la vida, es porque te lo has ganado y, si te va mal, es porque no has trabajado lo suficiente. Sin embargo, en un mundo en el que la diferencia entre ricos y pobres se agranda día a día, el autor se cuestiona si esta doctrina es la más justa posible. Cuestiona la mal llamada meritocracia por no existir igualdad de oportunidades. Haciendo creer a los que les ha ido bien, que es por su mérito y no necesariamente es así, volviéndolos arrogantes, y desmoralizados a los que no lo han logrado.
El cambio sostiene, debe ser cómo reconocer mejor a la gente y la importancia del trabajo. Esto nos ha hecho ver la pandemia, apreciar la cantidad de gente importante, en la sanidad, en la distribución, en la agricultura, servicios, que sin ellos no hubiera sido posible que el mundo siguiera funcionando. El trabajo es un modo de contribución y reconocimiento como persona. La democracia no es que seamos iguales, sino que las diferentes clases y orígenes se encuentren entre sí, y se relacionen a lo largo del día. Lo importante es incorporar a la ciudadanía, y para eso la importancia del discurso público y el valor ético, para hacer una sociedad en que todos tengamos dignidad en el trabajo que hagamos
Considera que el político no es bien visto en la democracia, a nivel mundial porque la gente quiere hablar de valores, de justicia, sobre: ¿Qué hacer con este aumento de la desigualdad?, ¿Qué nos debemos unos a otros cómo ciudadanos?, ¿Cómo encontrar políticas qué puedan hacer por el bien común?, y no quiere ver sus disputas, por intereses personales, su afán de figuración, lejanas de los intereses del pueblo. La gente quiere que la actividad política se centre en hacer una vida mejor para él y los suyos y para todos, procurando la generación de trabajo, y que todos sean conscientes de lo que significa la dignidad del trabajo. Esa es la alternativa a la tiranía de la meritocracia. Una vida pública orientada para el bien, por la obligación de devolver a la sociedad lo que hemos recibido
El mundo pide cambio, es un sentir general, lo aprecias en los diarios, revistas, noticieros, libros, conferencias, conversaciones, por dónde vayas. Se notan claramente las deficiencias del sistema, por las enormes diferencias de calidad de vida entre los seres que habitamos el planeta, y que con la pandemia, se han resaltado, por lo que los líderes, deben contribuir de manera decisiva a que el futuro sea más equilibrado y sostenible. Los empresarios deben reconsiderar su relación con el dinero. Pensando en el dinero principalmente como un medio de intercambio, no como un objetivo en sí mismo. Pensar en resultados a largo plazo, y eso significa confianza. Tantos gremios empresariales, de la pequeña, mediana y gran empresa, deberían ponerse de acuerdo y alcanzar una propuesta al gobierno de lo que significan: el 80% de las inversiones totales, el empleo que generan y cuanto más pueden seguir invirtiendo y generando empleo, si conocen con claridad las reglas de juego. ¿No pueden en el siglo XXI conversar, lograr un acuerdo por el bien del Perú? ¿Por qué no somos más proactivos, más ganadores? Hablando claro. Entendiéndonos entre peruanos. Esos miedos inventados, se aclaran hablando sin temores, francamente, en mesas de trabajo. Resulta bien aburrido escuchar repetidamente, sin mayor sustento, de que es un gobierno comunista. Que vamos a seguir el camino de Venezuela. Y lo repiten como una monserga, sin que ese comunismo que dicen vivir, se los prohíba.
Existe un ataque masivo de la concentración de los medios de comunicación que mella sensiblemente el espíritu nacional, hacen sentir «que estamos en el peor de los mundos, cuando antes estábamos mejor» (¿?). Un afán de dinamitar la gobernabilidad, que sumado a los errores del presidente y su equipo, hacen un ambiente negativo, pesimista. Cuando lo que necesitamos es un espíritu que debe estar fuerte y cohesionado para superar esta enorme crisis ocasionada por la pandemia, exacerbada en lo político por un ataque incesante al gobierno, y un gobierno que a punto de cumplir 150 días, necesita comunicarse con transparencia, aclarar los contactos del ayer que se nota están enquistados en el poder , y que hoy no queremos se repitan nuevamente y nunca más. En esta suma de desaciertos, el resultado de ello, es que nadie gana. Y los peruanos no queremos esto. Ya fue suficiente. Hace cuantos años seguimos en lo mismo
Tendencias para el 2022, priorizar los resultados a más largo plazo sobre los rendimientos financieros trimestrales. Se debe dirigir el negocio con una visión panorámica general, con su estrategia corporativa diseñada, con su modelo de negocio, alentando la I + D +i, e invirtiendo teniendo en cuenta la sostenibilidad y el bien común. Se debe poner el propósito en el centro del negocio. Ayudar a las personas a sentirse parte de la misión. Incorporando la ética en todo, incluso en el diseño de algoritmos y la elaboración de informes financieros. Invirtiendo en el bienestar de las personas. Reclutando talentos de grupos diversos para trabajar por la inclusión y la igualdad. Se ha avanzado bastante, pero hay correcciones que hacer, que se pueden lograr si así lo decidimos. Si pensamos en el Perú y sus generaciones futuras
Necesitamos sostenibilidad para un mundo mejor, por lo que hay que prepararse para crecer económicamente, hay que acelerar el paso, el gobierno y las empresas, que deben ser las que tomen la iniciativa, porque lo pueden y deben hacer, a través de sus numerosos gremios empresariales, para procurar lograr los ambiciosos Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU que se fijaron para 2030. La sostenibilidad, cuyo objetivo central es el beneficio de las personas, es el encuentro entre la economía, la sociedad y el medio ambiente, y todos coincidimos que esa es la tendencia a seguir
El 2022 va a ser un año de crecimiento muy fuerte para la economía mundial, se prevé una expansión mundial de casi un 5%, lo que devolvería el PIB a los niveles anteriores a la pandemia, por lo que para lograr el cambio que se requiere, se debe adoptar una mentalidad de liderazgo sostenible, de ciudadano del mundo, consciente de que su accionar tiene un impacto en la sociedad y el planeta, a largo plazo. La pandemia, nos ha revelado la unidad de la especie humana en el planeta Tierra, con todas sus diferencias, por lo que no hay una talla única para la sostenibilidad.
Cada empresa, cada organización, debe analizar sus capacidades, sus actividades dónde las desarrollan, con qué marco legal, y a partir de ahí pensar en profundidad cómo descarbonizarse. Se trata de establecer objetivos realistas, con bases científicas y factibles. Dichos objetivos deben comunicarse con claridad y transparencia a todas las partes interesadas, porque el mundo actual así lo exige. La decisión estratégica de reducir la huella de carbono de cada organización debe traducirse en un cambio concreto y operativo. Hay que incorporarse a la economía circular. No todas las empresas pueden ser enteramente circulares, pero sí buscar maneras de gestionar mejor sus residuos, asegurarse de que sus productos sean duraderos y reutilizables, evaluar si existe un mercado para los productos reacondicionados, estudiar si pueden implantar un programa de recogida o reciclaje, etc.
Las interrupciones producidas en 2021 han generado muchas dudas en torno a la cadena de suministro mundial para 2022. Pero, más allá de eso, las empresas deben mantener la atención en sus cadenas de suministro. Invertir en innovación, es una necesidad. Gran parte de la tecnología necesaria para una transición ecológica todavía no se han desarrollado, cómo nuevos modelos de negocio y nuevos hábitos, nacerán. La transición ecológica podría provocar lo que se conoce como un superciclo de materias primas, tal como fue en la industrialización americana y en la pos guerra europea, un incremento sustancial de la demanda. El gobierno y las empresas deben estar preparadas para este posible escenario, debido a una transformación hacia una economía verde
Uno de los retos de esta transición es asegurarse de que no sirva para acentuar las desigualdades existentes. Porque, si se excluye a muchas personas de los nuevos modelos, la actual corriente de apoyo público a la sostenibilidad se evaporará. A fin de cuentas, empresas y gobiernos no deben olvidar que la sostenibilidad tiene que estar enfocada a mejorar la vida de las personas.
Ojalá que el cambio llegue al Perú, que Dios se acuerde que tiene algo de peruano, y que siga los pasos de Lapadula, que se ponga la camiseta peruana, haga goles, nos lleve a Qatar 2022, que convoque y juegue en pared con San Martín de Porras y junten al perro, gato, y pericote, para que los que nos gobiernan sean transparentes y se vuelvan capaces de darnos progreso y desarrollo. Que nos haga ver que si el Perú camina, todos caminamos, y de lo contrario a todos nos va mal. Que el cambio sólo será posible con el pequeño esfuerzo de todos, y no con el gran esfuerzo de pocos.
Esperando ese milagro que todos anhelamos, y que cada uno ponga de su parte, para lograr el ansiado deseo de que rememos todos juntos por un Perú mejor, les deseo a todos una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo 2022. Hasta el próximo año
#JuandeDiosGuevara
1 comentario en “Tiempo de cambio”
Juan de Dios , felicitaciones por tu artículo muy interesantes las propuestas. Pero la única manera de alcanzar esa visión en el Peru , para mi pasa por cambiar El Estado , tiene unas estructuras que está hecha a la medida de intereses de grupo desde hace 200 años. Que pases unas felices fiestas .🌲🎉🍷